lunes, 30 de junio de 2008

Género y sexo en castellano

Por Avelino Alonso, La Nueva España
Hablar de «violencia de género» es traducir mal el término inglés gender que en español se aplica sólo a las cosas. En nuestra lengua se debe decir «violencia doméstica» o «violencia sexual», como nos indica la Academia Española y nos explica Avelino Alonso en este artículo. Ya hace años que dejé la escuela. Por aquellos tiempos, la gramática me interesaba más bien poco; aún así, estaba en clase el día que explicaron la definición de género. Y presté atención. La gramática se dedica al estudio de las reglas y normas, que rigen la construcción de nuestro lenguaje. El género es un elemento gramatical, que podríamos definir como «un sistema de clasificación que afecta a los elementos nominales de las lenguas, los cuales son ordenados dentro de un número finito de clases en función de reglas de concordancia». Como lengua indoeuropea, el español hereda del latín una estructura en tres géneros: masculino, femenino y neutro. El número de géneros es variable en función de las características del idioma (por ejemplo el batú dispone de doce géneros). Los idiomas indoeuropeos utilizan el género neutro para indicar aquellas cuestiones en las que el sexo es indiferente. Por ejemplo el término latino bona (plural neutro) no significaba «los buenos y las buenas», sino «las cosas buenas». En general, el neutro se aplica a conceptos genéricos y abstractos («lo profundo», «lo humano», «lo externo»), aunque hay excepciones («las especies animales»). Pero no hay que confundir entre género gramatical (el varón y la mujer) y género natural (machos y hembras). Los géneros masculino y femenino, no mantienen una relación estrecha con el sexo, hay muchos ejemplos de ello. El mar puede también expresarse en género femenino (la mar); el banco, la mesa, la silla, el sombrero y un largo etcétera, constituyen ejemplos de sustantivos que carecen de sexo y sin embargo poseen género femenino o masculino. Hay ejemplos en los que a un mismo sustantivo se le aplican dos géneros: «Pedro supuso una visita inesperada», en el que la palabra «visita» tiene género gramatical femenino y se refiere a un individuo masculino. También hay sustantivos que precisan del artículo para definirse por un género u otro (el ciclista o la ciclista). Además de ello, el español tiene la característica de dotar al género masculino de carácter inclusivo, esto es: se utilizan sustantivos de género masculinos para referirse al conjunto de una categoría, actuando como pertenecientes al género neutro. Cuando decimos «los alumnos de una clase», nos referimos tanto a los alumnos, como a las alumnas. Es redundante utilizar expresiones como «los alumnos y las alumnas», o «los vascos y las vascas», porque el segundo concepto está contenido en el primero. La ministra española de Igualdad ha hecho un uso incorrecto del lenguaje al utilizar el término «la miembra», que simplemente no existe en la lengua española. La moda actual de utilizar un lenguaje «políticamente correcto», inspirado por los principios de un feminismo integrista de raíz anglosajona, esta llenando nuestro lenguaje cotidiano de auténticas perversiones, algunas realmente pintorescas. Recientemente asistí a una asamblea en la que el orador utilizaba el término «nosotras» para referirse a la totalidad del auditorio, yo miraba para un lado y para otro, y comprobaba que había una proporción igual de hombres y mujeres. Atónito ante esta circunstancia, pregunté las razones de esa forma de hablar. La respuesta fue más sorprendente: el orador se refería a las personas, por lo que, como es femenino, debía decir «nosotras las personas». En este punto está la clave de la controversia: en confundir género natural con género gramatical. No son lo mismo. En todo caso, el orador debería de decir «nosotros las personas humanas», porque tanto «nosotros», como «personas», pertenecen al género neutro, son conceptos genéricos, no categorías sexuales. Toda esta confusión, teñida de progresismo barato, proviene de la penetración de la lengua inglesa en nuestra vida cotidiana. El idioma de la cultura dominante (el inglés) carece de género gramatical. La traducción mimética de sus expresiones conduce a las aberraciones a las que asistimos. Por ejemplo, la expresión «violencia de género» es la traducción literal de «gender violence». Pero el término «gender» no se puede traducir por género, si no en todo caso por sexo (el término correcto sería «violencia doméstica» o «violencia sexual»). Es el sibilino avance del imperio, que se aprovecha de la ignorancia.

Sobre "malas palabras" y eufemismos

Gonzalo Navarrete Muñoz1, Yucatán
Ciertamente hay improperios -palabras usadas con poca propiedad y de manera inoportuna-, insultos a los seres humanos y blasfemias. Para todas ellos los pueblos crean su propio arsenal de misiles. Las razones de la fundación de los proyectiles verbales son variadísimas y a menudo hasta inexplicables.
Por ejemplo entre nosotros, para denominar a un tonto o pusilánime se usa una palabra que en el diccionario se prescribe para nombrar el vello de cierta parte del cuerpo. En contrario, ya se ha dicho: con frecuencia se usan las voces “caray” y “caramba”, cuya estirpe las remite a una palabra que define la región pudenda de la anatomía masculina.
Meretriz es una palabra tolerable socialmente, pero su famoso sinónimo de cuatro letras es escandaloso, con todo y el título de la novela de García Márquez. Aunque según el maestro Jorge Hache Álvarez, la Comisión Nacional de Derechos Humanos sugiere que a las damas de “la vida” -como se les decía antes- se les llame “sexo-servidoras de carácter ambulante”.
El pudor, que siempre tendrá algo de hipocresía y que es un producto esencialmente urbano, procura evitar las alusiones a palabras comprometedoras; así, una señora al acudir a la tienda solicitaba “blanquillos”, para evitar malos entendidos con el vocablo “huevos”.
La lengua maya es más espontánea, no teme aludir explícitamente a la anatomía para feminizar o masculinizar una palabra. Existe un caso pleno de gracia: a la bacinilla -utensilio descontinuado- se le llama ch'eene'iit, que equivale en español a asechar la zona que usa el cuerpo humano para la purificación del vientre.
En español mexicano existe una tendencia a suavizar las palabras; para algunos filólogos ésta es la respuesta a dos razones íntimamente ligadas: lo áspero del castellano y el dominio del conquistador.
Marco A. Almazán diría que hablando suave y en diminutivo se anuncia la sensibilidad del hablante y en tal sentido su deseo de recibir igual reciprocidad.
Durante la primera hora de la conquista se le daba el tratamiento de doña a una mujer con rango social, llamándoles a las demás señoras. Sin embargo, en la Nueva España, se generalizó el usó del doña. Ahora en Yucatán la doña es la esposa y la señora la amante, aunque es más utilizado el término “querida”, lo que escandalizaría a una argentina, por ejemplo.
En el altiplano mexicano ya no se usa la palabra “doña” y prevalece “señora”.
En ese proceso de suavizar la lengua ya no es propio usar la palabra ciego, sino invidente; así surge un término de carácter general “persona con capacidades diferentes”. Así, nos sometemos a una dinámica de sustitución, porque las palabras se van tornando denigrantes y se requieren los eufemismos.
La blasfemia no es común entre nosotros y sí en la España actual; quizás todo empezó desde los tiempos de la República que tanto despreció a la Iglesia. Empero, siempre valdrá la pena recordar la anécdota de Carlos Castillo Peraza y León Felipe.
Fue Carlos a entrevistar al poeta exiliado y éste en algunas de sus respuestas se dirigía a un crucifijo y lo insultaba soezmente. Carlos, turbado, preguntó: “Maestro, pero ¿no es usted un hombre de fe?”. Contestó el viejo sabio: “Claro, porque creo en él es que lo insulto”. Finalmente, repetiré lo que le dije al maestro Segura: “Existe una lengua maligna por voluntad del hombre y hasta las más dulces palabras de Teresa de Calcuta, dichas con ironía y mala intención, pueden resultar denigrantes para la dignidad humana.- Mérida, Yucatán.

1 Miembro de número de la Academia Yucatanense de la Lengua

lunes, 16 de junio de 2008

`Noche loca´ de princesa británica

FUENTE: EL UNIVERSAL
La princesa Eugenia, sexta en línea de sucesión al trono de Gran Bretaña, fue encontrada desnuda en los campos de su escuela luego de beber con sus compañeras
La princesa Eugenia decidió liberarse de las presiones escolares de una manera muy peculiar.
La princesa Eugenia, hija del príncipe Alberto de Inglaterra y de Sarah Ferguson, fue hallada desnuda en los campos de su colegio luego de una "noche de copas" con sus compañeras.
La hija de los duques de York y sus compañeras decidieron "retozar" por el césped del Marlborough College como si fueran ninfas, informó la página web del periódico The Sun.
Al parecer, la joven de 18 años y sexta en la línea de sucesión al trono británico, recibió un regaño severo y se le prohibió permanecer en la escuela durante los fines de semana.
Un directivo del colegio fue avisado de unas carcajadas que se escuchaban en el inmueble, pero lo encontró fue a una docena de chicas bailando desnudas, por lo que rápidamente tuvieron que vestirse.
Según otra alumna de la escuela, las presiones con las tareas y los exámenes han aumentado en las últimas semanas, quizás por ello la princesa y sus amigas decidieron beber en un pub local para después "liberarse" en Marlborough College.
La cuota anual por la que la princesa Eugenia está internada en esa escuela asciente a las 23 mil libras (unos 45 mil dólares).